Tuesday, November 17, 2009

MI COMPAÑERA DE TRABAJO


Ella es exquisitamente andrógena, a veces pienso que me cuesta mas perdonarle que no pueda (al menos eso creo) ser mía que todo lo que me ha hecho en el campo laboral. Pese a lo andrógena que es, a su voz fuerte como la de un varón, siempre esta impecablemente bien vestida y maquillada, cuida de su cuerpo como una guerrera de la belleza. Le hace falta un poco de clase pero eso no me importa, yo la deseo. Cuando estoy cerca de ella, ella me observa como si fuera la primera vez que me viera, me recorre lentamente de pies a cabeza y termina admitiendo lo bien que luzco y halagando lo bien que me visto y mis joyas, lo hace con el ímpetu masculino con que un hombre se deslumbra ante la belleza de una mujer.
Es un ritual puntual, y nunca, nunca luzco lo suficientemente mal para que ella no se deslumbre con mi presencia, me siento reina y diosa de su trozo de universo cuando estoy junto a ella, y sus cabellos negros lisos y brillantes me invitan a deslizar mis dedos entre esa selva donde ella es mi absoluta guerrera.
Ahí estábamos las dos, plantadas por un paciente que no acudió a la cita, desprogramadas, ella disfrazada de audacia pero tímida, pregunta que quiero hacer y yo tonta y tímida como siempre que estoy frente a una mujer solo se me ocurre decir que mi esposo me espera y salgo corriendo a meterme en mi auto a protegerme de su sensualidad.
Vamos a tomar algo digo saliendo otra vez del auto, con planes eróticos en mi mente mientras me pregunto que es lo que ella tiene en mente.
Sentadas en la cafetería colombiana donde se me antoja un café con leche y una mala imitación de los buñuelos auténticos que venden en Colombia, la observo, y le digo de nuevo a la otra en mi: la deseo. Un hombre entra en la cafetería donde yo me he olvidado de mi misma para tratar de meterme en la siquicidad de mi dulce amazona, el hombre no puede dejar de mirarme, me parece que la única mujer que hay en la cafetería es ella, por eso no entiendo porque me mira a mi, me percato que mi vestido esta levantado y que colgando de un butaco alto están expuestas unas sugestivas piernas bronceadas que no se me hacen familiares pero que finalmente comprendo que son las mías, un espejo en la pared me devuelve la respuesta a mi gran interrogante. Me gusto mucho como luzco en ese espejo, toda una bella y sensual mujer, y ella que para mi lo es también, luce mas masculina enfundada en su falda apretada que cuando luce sus pantalones, el hombre debe pensar que somos una pareja de lesbianas.
No quiero ser mirada de esa forma, no por un hombre, no en este día, no en este momento, el café y el buñuelo que devoro como si fueran ella, empiezan a repugnarme, me pregunto entonces porque me repugna algo que hasta hace unos segundos me resultaba exquisito. Saboreo, intento recuperar el deleite por el plato servido pero es inútil. Nauseas y físico desgano me separan de los alimentos, entonces me doy cuenta que la mirada insistente y morbosa del hombrecito que me devora con sus ojos, me resulta molesta, y ha producido la repentina perdida del apetito.
Un momento reluciente con ella ha terminado, me levanto de la silla, me retiro mientras la miro con el deseo esparcido por todo mi rostro, como quien se aleja del postre que no puede comerse porque esta a dieta, ella me mira como el misterio que quiere descifrar pero que un no sé qué, no se lo permite, el camino hasta el parqueadero se me hace eterno como si una cámara lenta me siguiera debajo de la lluvia, me subo al auto mientras mi mano aletea en el aire un adiós que no se dijo, un adiós que se convierte en bienvenida el lunes cuando la vuelva a ver.


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