Yo pensé que en este viaje volaríamos juntas, era nuestra mejor oportunidad para estar a solas y acariciarnos hasta el cansancio, tocar sus pechos una eternidad por la tarde y extasiarme mirando esa pelvis que me electriza, lamer su espalda centímetro a centímetro y ver su rostro transformarse de niña buena a hembra salvaje que reta mis instintos y me hace prisionera entre sus piernas. Yo quería ser su esclava sexual por un fin de semana, y eso es mucho decir de una mujer tan dominante como yo, quería satisfacer sus mas imposibles deseos, adoptar su clítoris como un instrumento musical que se interpreta a dúo con mis manos y mi lengua hasta que toda la sangre de su cuerpo se reuniera en ese solo lugar y él (su clítoris) emergiera de sus profundidades hasta convertirse en un volcán embravecido a punto de hacer erupción, para después hacerlo explotar en mil pedazos.

También quería que ella se perdiera en mi cuerpo, que rozara, como siempre sus dedos finos en mis pezones y me preguntara con esa inocencia adulta si me gusta, solo porque le divierte sentir mi respiración cortada y verme en apuros para responder, porque ella sabe que toda yo soy suya, que puede moldearme como plastilina y hacer figuras con mi cuerpo, que puede lamerme toda y volverse la fiera que solo yo he visto que ella es, quería ver esa metamorfosis que se opera en todo su cuerpo cuando introduce sus manos tímidamente entre mis piernas, mientras la peino, y ella sabe que no llevo nada puesto porque estoy esperando ese momento, entonces ella ríe a carcajadas y me lanza sobre la cama y se convierte en otra, una dadora de placer a manos llenas, porque el placer que da, es el que siente.
Yo quería escuchar esa música que sólo ella y yo interpretamos cuando estamos juntas, pero resulta que a la niña esta vez se le antojó ser penetrada por un macho, y yo quedé confinada a ser la sirvienta sexual que calienta la comida para que él (un cualquier que encontramos a mano) paladeara el banquete final, él, y no yo, se llevó su sonrisa de satisfacción y sus multiorgamos, mientras yo en el sofá de la habitación me daba placer a manos de esa visión que nunca supe que tanto de verdad me excitaba o me fastidiaba, pero el placer tiene su dosis de fastidio…
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