
Parecía un niño con juguete nuevo, saboreando mis labios, recorriendo un cuerpo de mujer por primera vez con sus manos, Lorenna Mckeenitt hacía gemir sus melodías y parecía que esparcia sensualidad por todo el ambiente, nunca había desnudado una mujer y esta noche quería hacerlo, yo que me había ataviado de tanta ropa, me sentía como una fruta a quien le retiraban la corteza para consumirla lentamente mientras me desvanecía de placer, no me importaba su inexperiencia, ni su ignorancia en cuerpos femeninos, yo conocía el mío, y estaba vibrando, era todo lo que importaba. El lucía hermoso entre la penumbra de las velas, su cuerpo emanaba un exquisito perfume que nunca supe si le era propio o era el de tanto incienso que se había pegado a su cuerpo, sus labios pasearon lentamente por todo mi cuerpo, como si con ellos lo explorara y encontrara finalmente el tesoro del que todos hablan que tenemos las mujeres entre las piernas, allí en ese tesoro se quedó a vivir por mucho tiempo, lamiendo centimetro a centímetro cada uno de los pliegues de mi cueva, de una cueva de océano donde el se perdía, mi náufrago de la noche, nunca se imaginó que entre esas aguas perecería para siempre, que perdería su identidad, que entre esas aguas se quedaría el yo que el creía que era, y que nunca encontraría el yo que iba a buscar.
Así son las grutas de las mujeres, un misterio indescifrable que unos rechazan y en el que otros se pierden para siempre, nunca sabemos porque ellos se pierden en nuestras grutas, porque aunque salen físicamente a salvo de ellas, emocionalmente se quedan allí, después nos castigan por ello, no nos perdonan que los mantengamos atrapados como náufragos sin promesa de salvación perdidos entre nuestros líquidos, entre las marañas de nuestros orgasmos, navegando entre nuestras mareas emocionales y sexuales que siempre son más altas y que siempre piden más.
Yo que tengo tantos náufragos en mi cueva, a todos los quiero rescatar, a veces pienso que ellos no se quieren dejar rescatar, a veces los veo aferrados al pelaje de una cueva desierta para ellos, observando como nuevos marineros se aventuran en mi océano, con la ilusión de solo bucear…
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